domingo, 15 de mayo de 2016

ESCULTURA BARROCA ESPAÑOLA (Gregorio Fernández y Martínez Montañés)

La escultura española trata principalmente temas religiosos. Imágenes religiosas. Por eso, a los escultores se les llama imagineros.
Los mecenas y clientes son cofradías, parroquias, gremios.
El material empleado, dada la crisis, es madera policromada mediante la técnica de estofado y de carnaciones.
Estofado: Rayar el color dado sobre el dorado de la madera para que se descubra el oro y haga visos entre los colores con que se pintó.
Carnaciones: Color que intenta imitar el color de la piel humana , sus tonalidades permiten determinar la época o la escuela pictórica.
Con estas técnicas se busca representar con todo realismo la piel, las telas...Tambien se emplean cabello natural, lágrimas de cristal, telas en las imágenes de vestir, ojos de cristal...
Otra característica importante es la expresividad, la exaltación religiosa, el dramatismo.
Finalidad: en un momento marcado fuertemente por la Contrarreforma, las imágenes religiosas buscan resaltar su valor pedagógico y moral y son concebidas como instrumento de acercamiento del mensaje doctrinal a los fieles. De ahí la importancia de hacerlas comprensibles, verosímiles y capaces de emocionar o conmover. Busca despertar sentimientos de piedad.
Las manifestaciones más importantes son: pasos para procesiones, imágenes de santos patronos de ciudades o de gremios, Inmaculadas, retablos…
Destacan dos escuelas, la andaluza y la castellana. Nos centraremos (siguiendo los dictados del índice PAU) en Gregorio Fernández, de la escuela castellana y en Juan Martínez Montañés, de la andaluza.


GREGORIO FERNÁNDEZ

Valladolid fue sede de la corte real desde 1601 a 1606.
En 1605 Gregorio Fernández se traslada desde Galicia a trabajar a la ciudad de Valladolid. Impulsa la actividad artística y crea un taller en el que se forman discípulos. Crea una escuela de escultura que sigue las características del maestro (para comentar cualquiera de sus obras):
Realismo exagerado y dramatismo: plasma el dolor con abundancia de sangre, es realismo por tanto hiriente. Usa la policromía para acentuar el dramatismo
Estudio anatómico realista 
Rostros dramáticamente expresivos
Los pliegues de las telas forman ángulos agudos que, además de dar volumen, añaden más dramatismo al provocar fuertes contrastes de luz.  
Gregorio Fernández es el imaginero más importante y en las obras siguientes podemos apreciar las características de su escuela anteriormente enumeradas y que podemos apreciar en las siguientes obras:

Cristo yacente





Barroco. S XVII.1614
Madera policromada. Talla
Escuela castellana
Se encuentra en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid

Temática: Cristo acaba de morir; todavía se oberva en su rostro el sufrimiento y sus heridas están abiertas.

Cristo se encuentra tendido y desnudo, con la cabeza ladeada encima de una almohada.La boca entreabierta deja ver los dientes y los cabellos rizados dan la sensación de estar todavía húmedos por la sangre y el sudor.

De fondo hay un profundo estudio anatómico, que podemos apreciar en ciertos detalles naturalistas como las costillas marcadas o la elevación del esternón.

La maestría del escultor con la gubia se puede apreciar también en el realismo de los pliegues de la sábana.
La policromía acentúa el patetismo en la herida del costado y en los moratones de las rodillas y de los pies así como en los regueros de sangre.

En el siglo XVII pierden protagonismo como mecenas los nobles y la realeza y ganan importancia como comitentes los monasterios y las parroquias, que aún gozaban de una situación próspera.Este tipo de esculturas se encontraban expuestas en iglesias y salían en las procesiones de Semana Santa, de ahí que tuviesen un público muy amplio (todos los fieles). Por ello su finalidad, como mandaba la contrarreforma,  era muy clara y tenía que ser efectiva: hacer sentir y que el tema fuese muy claro de interpretar.

El modelo del Cristo yacente fue una creación original del siglo XVI; estas imágenes solían colocarse en el banco de los retablos y delante del altar en Viernes Santo. Gregorio Fernández repitió muchas veces esta temática. Todos sus cristos yacentes tienen unas características similares, rompiendo con la contención propia del clasicismo realista en pos del dramatismo, de ahí esas características típicamente barrocas:

  • madera policromada en lugar de mármol
  • violentos claroscuros
  • complementos realistas (ojos de cristal, lágrimas, pelo, uñas...)

Piedad con los dos ladrones




Barroco. S XVII.
Madera policromada. Talla (para un paso de Semana Santa). Hoy en el museo de escultura de Valladolid.
Escuela castellana
Realismo y patetismo se unen para conseguir esta dramática obra.El cuerpo de Cristo parece resbalar del regazo de la madre acentuándose así el dramatismo, como pedía la Contrarreforma.
La virgen sostiene a Cristo muerto, que sigue el mismo modelo que los Cristos yacentes del mismo autor.
El color sirve en este caso para mostrarnos las diferentes tonalidades en el color de la piel del fallecido y su madre.
Madre e hijo están unidos en una composición piramidal, como ya hiciese Miguel Ángel, con una fuerte diagonal creada por el cuerpo de Cristo.
Los rostros son realistas y llenos de dramatismo. María alza su mirada suplicante, desesperada hacia el cielo.
Con los numerosos y generosos pliegues (en la línea de los pintores flamencos del XV) se consigue crear efecto de claroscuro y teatralidad.

La dureza dramática del estilo escultórico barroco castellano queda patente en esta obra frente al andaluz (que vemos a continuación) que será mucho más dulce y melancólico. 



 MARTÍNEZ MONTAÑÉS

Martínez Montañés (1568 – 1649) es una de las grandes figuras de la escultura española y concretamente de la escuela andaluza. El artista se formó en granada junto con el escultor Pablo Rojas y pronto comenzó a cosechar grandes éxitos, trabajó para algunos de los comitentes más importantes de su época realizando grandes retablos y esculturas pero a diferencia de sus coetáneos, Montañés nunca se dedicó a los pasos procesionales.
El descubrimiento de América trae a Sevilla riqueza y prosperidad. La actividad artística adquiere importancia en una ciudad con importancia económica.
Martínez Montañés crea la escuela sevillana de escultura que se caracteriza:
Realismo un tanto idealizado, menos dramático y más equilibrada la composición que la escuela de Valladolid.
Madera policromada con la técnica del estofado.

Inmaculada




Barroco. 
Escuela andaluza.
Siglo XVII (1603)
Catedral de Sevilla.
Talla. Madera policromada.

Origen: Juan Martínez Montañés realiza esta obra como encargo del jurado don Francisco Gutiérrez de Molina, quien estaba casado doña Jerónima Zamudio, una piadosa mujer que quiso consagrar una capilla de la catedral a la Inmaculada Concepción de María en los comienzos del siglo XVII, en medio de la batalla mariana estallada en la ciudad por la polémica entre las órdenes religiosas por la defensa de unas y el ataque de otras a la creencia que propugnaba que la Virgen estaba exenta del pecado original desde el primer instante de su concepción. La iconografía responde por tanto a la exaltación contrarreformista de los temas marianos, especialmente el de la Inmaculada, representado aquí.

Temática: 
Si analizamos la imagen, se representa a una joven doncella de pie, cuyos ojos entornados miran recatadamente al suelo, ante la imposibilidad de las jóvenes de esta condición de mirar a los ojos, sumida en oración cuya actitud meditativa se aprecia en sus manos apenas unidas por los dedos a la altura del pecho. La acompañan tres querubines que se disponen a sus pies, que se apoyan en una luna con las puntas hacia arriba.

Su hermoso y frágil rostro nacarado queda enmarcado por el cabello suelto que cae sobre su espalda, símbolo de la pureza de las doncellas. Viste la imagen túnica estofada que se cubre por un manto, el cual cae desde los hombros y se recoge en diagonal bajo uno de sus brazos.
El autor representa en esta talla la visión apocalíptica descrita por San Juan y que algunos autores identifican con la Iglesia, aunque generalmente es aceptado que representa la Inmaculada Concepción de María. Esta imagen apocalíptica es la mujer, engrandecida, vestida por el sol y coronada por las estrellas, es decir, de gran luminosidad en su apariencia externa y con una corona en su cabeza de doce estrellas, número que simboliza el colegio apostólico o las tribus de Israel.
La actitud orante representa la aceptación plena que María tuvo hacia la voluntad de Dios mientras que la belleza formal de la imagen denota la perfecta creación hecha por Dios para que fuese la madre de su Hijo y, por lo tanto, corredentora y partícipe de la redención del género humano.


Técnicamente la talla es un bello exponente de la imaginería sevillana destacando en ella una aparente sencillez que encierra una compleja composición de líneas diagonales, curvas y un sutil contraposto. El acabado, obra de F. Pacheco (colaboró varias veces con él policromando sus esculturas), presenta unas carnaciones brillantes y unos ropajes de rico estofado.
Su obra se aleja del dramatismo vallisoletano en pos de actitudes más serenas, pero con gran fuerza interior.
El tema refleja la imagen de María como mujer joven y pura. "Inmaculada" de la contrarreforma.
Esta inmaculada preside el retablo de la Concepción de la catedral de Sevilla, y es conocida como "la cieguita", por sus ojos entrecerrados.
Refleja un barroquismo intenso en sus contrastes lumínicos (pliegues de la ropa). Sus amplios ropajes le confieren solidez y volumen.

Frente a la dureza dramática del estilo escultórico barroco castellano, la escuela andaluza a la que pertenece esta Inmaculada  es mucho más dulce y melancólica. 


Cristo de la Clemencia





Barroco. S. XVII
Catedral de Sevilla
La anatomía de la figura está modelada con una perfección naturalista extrema inspirada en los modelos clásicos, sin más símbolos de la tortura que la propia crucifixión, sin sangre ni crispación muscular, incluso con cierta belleza atlética. El paño de pureza es otra muestra de la habilidad escultórica del artista por el complicado diseño de su variado, múltiple y plegado menudo que rítmicamente se distribuye creando una zona donde el movimiento rompe la quietud vertical
La obra creada por M. Montañés responde con toda precisión a los deseos del cliente y a las normas dictadas por Trento para representar a Jesús crucificado: representa a un Cristo crucificado vivo antes de expirar, que con la cabeza inclinada sobre el hombro derecho mira serenamente al que está orando ante él, no hay exageración dramática ni aspavientos agónicos, hay serenidad y dulzura en la mirada, hay comunicación, como quejándose del padecimiento divino por los pecados del orante.

Esta obra fue un encargo del canónigo Vázquez de Leca, que en el contrato exigía a Montañés lo siguiente:
"La escultura debe estar mirando a cualquier persona que esté orando a sus pies, como si el mismo Cristo le estuviese hablando"

Por eso el Cristo de Montañés baja y ladea su cabeza mirando al orante y dejando ver sus últimos alientos de vida.

Pese a ser un Cristo barroco estamos ante una figura bastante comedida, tan sólo unas pequeñas gotas de sangre manchan su rostro y su torso y sus gestos no son excesivamente dramáticos. Pese a tener las piernas cruzadas, sus pies se desligan entre sí por lo que resulta fundamental para su sujeción utilizar cuatro clavos y no tres. Su cuerpo es atlético y bien musculado, la anatomía se encuentra muy definida quizás por influencia del propio Miguel Ángel y como prenda tan solo porta un paño de pureza blanquecino. Coronando su cabeza encontramos la famosa corona de espinas, en realidad son gruesas ramas de espino que se han trenzado y que forman una especie de casquete.
En definitiva, la escuela andaluza busca el realismo y el sentimiento, pero contenido, sin perder la belleza clásica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario