El pasado martes, a eso de las 10:00h de la mañana, los alumnos de Historia del Arte fueron a caminar bajo las estrellas. Esto, por la hora del “paseo”, podría parecer una contradicción, pero en realidad no es así, pues habíamos quedado en la catedral con Raúl Benito, que trabaja en el templo salmantino y que nos guiaría como Virgilio a Dante, enseñándonos las diferente estancias del lugar. Sólo que en este caso, no se trataría del infierno, del purgatorio y del paraíso, sino de la catedral nueva, la catedral vieja y el claustro.
¿A qué venía esto…? ¡Ah, sí, lo
de las estrellas! Las bóvedas de las iglesias góticas suelen ser de crucería,
con nervios que se cruzan y que conforme avanza el estilo en el tiempo suelen formar dibujos
con formas florales o estrelladas cada vez más complicadas, de ahí que reciban el nombre de bóvedas
estrelladas. Así podemos decir con propiedad que estuvimos un buen rato bajo ese "cielo estrellado".
En clase, antes de navidad acabábamos de ver la arquitectura y la escultura góticas, así que no se me ocurre una mejor manera de comenzar el año que visitando nuestras catedrales, repasando “in situ” conceptos artísticos y disfrutando de un lugar tan emblemático, importante y único, como el conjunto catedralicio salmantino. Como decíamos antes, allí nos esperaba Raúl para enseñarnos las diferentes estancias, contarnos mil y una anécdotas y abrirnos puertas que normalmente suelen estar cerradas. Podemos decir que fuimos unos privilegiados.
Entramos por la puerta Norte de la catedral, la del "La Borriquilla" y comenzamos la visita avanzando
desde la nave del Evangelio hasta colocarnos bajo la cúpula, donde también se
acercó a saludarnos muy amablemente Antonio Matilla, el deán del Cabildo.
Como seguro que sabéis, los templos cristianos suelen tener forma de cruz (más o menos visible), pues bien, donde se unen la nave central con los brazos de la cruz (o transepto), se encuentra el crucero, sobre el que se suele colocar una gran torre, llamada cimborrio, coronada por una cúpula. En este punto es de obligado cumplimiento forzar un poquito las cervicales y detenerse a contemplar la magnífica cúpula sobre pechinas.
Salimos del coro y nos acercamos hasta el presbiterio.
En él vemos una copia policromada del famoso Cristo de
las Batallas. Normalmente este crucifijo románico está en su capilla, junto al
original, pero justo este fin de semana, José Luis Retana, nuestro nuevo
obispo, celebró su primera misa en la catedral, por eso tenemos aún colocado
ahí esta famosa talla.
Tras recordar las partes de un presbiterio y comentar un poco las peculiaridades del de esta catedral, que carece de retablo, aunque no de imágenes, Raúl nos vuelve a sacar a la nave lateral, en el lado norte, para ir avanzando y deteniéndonos en algunas de las capillas que encontramos entre los contrafuertes del templo.
Como algunos de nuestros chicos pertenecen a cofradías, nos detenemos en algunos puntos concretos, como frente al Cristo de la Agonía o frente a la Virgen de la Soledad.
Y después Raúl nos introduce también en la zona de las sacristías.
La más antigua y “pequeña”, en la que se conservan la zona para el aseo de mármol y los espejos bajo los cuales tenemos textos con oraciones para ponerse las diferentes prendas con las que se visten los presbíteros.
Y la grande, que fue necesaria en su momento debido al aumento en el número de los canónigos y que hoy está casi convertida en un auténtico museo, con cuadros y objetos de orfebrería, como cálices, custodias, reliquias...
...y hasta las ánforas “orejonas” que se utilizan para mezclar los óleos y los aromas el Miércoles Santo.
Y tras haber recorrido las naves de oeste a este, rodear el presbiterio y bajar de este a oeste de nuevo, llegamos la capilla dorada.
Con sus 110 estatuas, entre las que entre todos los antos retratados aparece como imagen inesperada la imagen de la muerte, metida en un nicho y con un sapo entre sus piernas, como símbolo de la lujuria. También en la Fachada de la Universidad hay una “rana” bastante famosa, ¿verdad?
De tamaño mucho menor que el anterior, pero de gran belleza románica, nos fijamos en sus tres naves, y vemos cómo la del evangelio, es algo más estrecha que la de la epístola, al adosársele la catedral nueva, de modo que hasta llega a perder el brazo norte de la cruz de su planta.
Pero nos llama la atención otro detalle, pues unas ménsulas han sido colocadas sobre los capiteles y, aunque decoradas con relieves de figuras, son un claro añadido, que nos están indicando la necesidad de colocar un soporte añadido para sostener los nervios de esas bóvedas de crucería que en principio no debían estar pensadas. Pues como sabemos, las iglesias románicas se cubrían normalmente con bóvedas de cañón, pero la cercanía al gótico en la construcción de esta vieja catedral, propició el cambio en el estilo de la bóveda y la necesidad de esos añadidos.
Miramos también a los laterales y podemos descubrir frescos alusivos a algunos de los milagros relacionados con la catedral, como la del albañil que se salvó milagrosamente pese a caerle sobre la cabeza un enorme sillar de piedra; sillar que aún se conserva y que está expuesto para que conste que no fue una invención, como expuesto está el hueco en el techo del que se cayó dicha piedra
En el centro del retablo, presidiendo el conjunto, se encuentra la imagen del siglo XII de la Virgen de la Vega, patrona de nuestra ciudad.
Abandonamos la iglesia por único brazo del crucero y salimos por la puerta románica que daba al exterior antes de la existencia del claustro.
En él podemos ver diferentes objetos y obras artísticas, como los restos del antiguo artesonado.
Y recorremos el claustro en dirección a la capilla de Santa Bárbara, muy especial para los estudiantes...
Aquí acabaría nuestra visita, Raúl nos acompaña hasta la salida, pero como todo buen banquete, lo suyo es rematarlo con un buen postre, que en nuestro caso va a ser la subida a la exposición “Ieronimus”, que nos permite acceder a la torre de la catedral, pasear junto a sus tejados o contemplar de cerca sus pináculos.
Además, dio la casualidad de que estaban a punto de dar las 12:00h cuando nos encontrábamos en el cuerpo de campanas, por lo que pudimos vivir ese momento en todo su “esplendor acústico”.
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