Habitualmente los palacios estaban poco ornamentados por fuera, pero que por dentro, como residencia de soberanos y príncipes, estaban profusamente decorados, para expresar así la importancia de sus moradores, que intentarían dejar admirados a los visitantes. Estos conjuntos arquitectónicos, tanto por las dimensiones, como por la complejidad y diversidad de espacios, llegan a ser verdaderas ciudades, como el palacio de Medina Al-Zahara, de Córdoba.
Actualmente se conserva uno de los bellos salones del palacio califal, estructurado en cinco naves precedidas por un pórtico. La riqueza decorativa se despliega en los mármoles blancos grises y rosados de las columnas y en el exquisito recubrimiento floral y geométrico de los paramentos (Un paramento es cada una de las caras de todo elemento constructivo vertical, como paredes o lienzos de muros).
Actualmente se conserva uno de los bellos salones del palacio califal, estructurado en cinco naves precedidas por un pórtico. La riqueza decorativa se despliega en los mármoles blancos grises y rosados de las columnas y en el exquisito recubrimiento floral y geométrico de los paramentos (Un paramento es cada una de las caras de todo elemento constructivo vertical, como paredes o lienzos de muros).
Las columnas articulan ya un lenguaje propio: añaden decoración y epigrafía en las basas; potencian el cromatismo de los fustes y exhiben un gran trabajo de labra en los capiteles. El capitel califal cordobés no oculta las reminiscencias del capitel romano compuesto, con la unión de hojas de acanto y volutas jónicas, aunque lo enriquece con la filigrana surgida de la técnica del trépano.
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