miércoles, 9 de diciembre de 2020

Medina Al-Zahara, de Córdoba.


 Habitualmente los palacios estaban poco ornamentados por fuera, pero que por dentro, como residencia de soberanos y príncipes, estaban profusamente decorados, para expresar así la importancia de sus moradores, que intentarían dejar admirados a los visitantes. Estos conjuntos arquitectónicos, tanto por las dimensiones, como por la complejidad y diversidad de espacios, llegan a ser verdaderas ciudades, como el palacio de Medina Al-Zahara, de Córdoba.



Actualmente se conserva uno de los bellos salones del palacio califal, estructurado en cinco naves precedidas por un pórtico. La riqueza decorativa se despliega en los mármoles blancos grises y rosados de las columnas y en el exquisito recubrimiento floral y geométrico de los paramentos (Un paramento es cada una de las caras de todo elemento constructivo vertical, como paredes o lienzos de muros).




Las columnas articulan ya un lenguaje propio: añaden decoración y epigrafía en las basas; potencian el cromatismo de los fustes y exhiben un gran trabajo de labra en los capiteles. El capitel califal cordobés no oculta las reminiscencias del capitel romano compuesto, con la unión de hojas de acanto y volutas jónicas, aunque lo enriquece con la filigrana surgida de la técnica del trépano.


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