lunes, 30 de mayo de 2022

Juan de Villanueva (1739-1811)


Hijo de escultor, hermano de arquitecto, educado en la Academia de las tres nobles artes de San Fernando y becado para completar su formación artística en Italia, donde vivió durante casi siete años. En estas breves pinceladas podría sintetizarse el periodo de aprendizaje de Juan de Villanueva, a quien podemos considerar sin duda alguna como el más relevante exponente de la arquitectura neoclásica en nuestro país. Instalado de nuevo en España, el arquitecto trabajó para la comunidad de monjes jerónimos de El Escorial, hasta que en 1777 el rey Carlos III lo contrató al servicio de la casa real. Para entonces Villanueva combinaba ya el clasicismo que tanto había podido estudiar durante su prolongada estancia en Italia con el purismo herreriano del monasterio escurialense.
Una vez con el nombramiento de arquitecto cortesano en el bolsillo, la vida profesional de Vllanueva dio un cambio de importancia. A partir de entonces su carrera profesional quedó vinculada a las necesidades de la monarquía, para la que construyó sus edificios más destacados. Empleó en ellos el estilo neoclásico más riguroso: interés por la simetría y la proporción, escasa presencia de elementos decorativos y constante referencia a los modelos de la antigüedad clásica, recurriendo frecuentemente a la piedra como material constructivo.
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Como arquitecto real, la obra artística de Villanueva quedó estrechamente vinculada a la ciudad de Madrid, cuya condición de sede política de la monarquía explica el levantamiento de edificios emblemáticos (como el actual Museo del Prado y el Observatorio Astronómico) que mostrasen el interés de los reyes por el avance de las ciencias y las letras. Del mismo modo, contribuyó al amplio proceso de reforma urbanística que en esa centuria experimentó la ciudad. En esa tarea Villanueva dejó algunos de los lugares, jardines y edificios que caracterizan el Madrid dieciochesco. Suya es, por ejemplo, la reforma de la Plaza Mayor (que había quedado arrasada tras un incendio en 1790), Intervino también en el parque del Retiro (Real Jardín Botánico), en el antiguo ayuntamiento de la ciudad y dejó levantados, además, otros diversos edificios de interés.
Villanueva es por tanto, dentro de la arquitectura, el exponente de esa grandeza que los Borbones españoles pretendieron dar a sus reinados. Para ellos trabajó y levantó algunos de sus edificios más emblemáticos. El arquitecto falleció en 1811, justamente cuando el país llevaba ya más tres años asolado por la Guerra de la Independencia. No pudo ver así como esa grandeza majestuosa a la que tanto había servido se venía abajo durante el ominoso reinado de Fernando VII. Probablemente no le hubiese gustado asistir a lo que sucedió en esa etapa de nuestra historia. 

Museo del Prado





Fachada y planta. 
1785-1819.
Arquitectura Neoclásica
El rey Fernando VII convirtió un museo en una pinacoteca de las colecciones reales.
Su fachada se articula en dos cuerpos: el inferior, ritmado por la alternancia entre arcadas y hornacinas rectangulares con esculturas; y el superior, con una galería de columnas jónicas.
La parte central de la fachada es un pórtico sobresaliente, definido por el orden dórico gigante y rematado por un gran relieve rectangular. Villanueva agrupó libremente los órdenes arquitectónicos, aunque siempre con criterios estéticos y funcionales buscando que el conjunto fuese claro y de proporciones armónicas. Para completar el comentario: Págs. 275 y 276 del libro de texto



Osbervatorio Astronómico de Madrid




1790. Neoclásico.
El Observatorio Astronómico se elevó en el llamado “cerrillo” de San Blas, en una zona de altos situados cerca de Atocha. 
El edificio, de planta centralizada, serviría para observar y estudiar el firmamento y los astros, de ahí su ubicación elevada, y tenía, además de las salas de observación y de instrumentos, otros gabinetes y oficinas. 



Su planta presenta planta cruciforme, con los brazos transversales más largos, debido a las necesidades funcionales; en el centro hay un gran salón en rotonda, de clara inspiración palladiana ("La Rotonda" o "Villa Capra" en Vicenza), y en el centro de la amplia fachada un gran pórtico. 




Este pórtico hexástilo, de orden corintio, que recuerda el de un templo clásico romano, es de gran refinamiento, y no está rematado con un frontón, sino que sobre el destacado entablamento Villanueva dispuso una terraza, solución muy neoclásica.
 Pero lo que más llama la atención en el edificio es el remate de la rotonda central, cerrada con una cúpula rebajada, que no se aprecia al exterior, y sobre ella un cuerpo elevado o gran linterna, en forma de templo circular o "tholos" clásico, rodeado de columnas de orden jónico, que servía para situar los telescopios en él. Este cuerpo, cerrado con cristales, por lo tanto, era un espacio útil, necesario para las observaciones, y no un simple elemento o recurso ornamental.
 Las edificaciones en forma de templos circulares fueron muy utilizadas por los arquitectos neoclásicos. A ese cuerpo saliente se accede por una escalera de caracol, rematada por uno de los torreoncitos que se disponen en las esquinas de ese cuerpo autónomo.  

La edificación del observatorio formó parte de la política de construcciones culturales y científicas emprendidas por Carlos III y sus ministros ilustrados en Madrid, y estaba en estrecha relación con la creación del Jardín Botánico. Sin embargo, este edificio no se inició hasta 1790 y las obras, emprendidas con diligencia en los primeros años, se enfrentaron a dificultades administrativas y económicas y retrasos hasta 1808, año en que todavía las obras estaban sin concluir. Su terminación definitiva tuvo lugar en 1874. 


 La producción de Juan de Villanueva se inscribe dentro del neoclasicismo internacional. La arquitectura neoclásica tuvo su época de esplendor y desarrollo entre 1770 y 1830, aproximadamente. Se proponía la restauración del ideal clásico en la arquitectura, a partir de los modelos de la Antigüedad grecorromana. Se presentaba como una arquitectura regida por la razón y la simetría, y, además, quería ser utilitaria y representativa. Todas esas características se aprecian en el Observatorio Astronómico de Madrid, obra que, junto con el próximo edificio del Museo del Prado, suponen las obras más representativas de la arquitectura de Villanueva.

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