En el Románico el hombre individual, la persona, no existe.
En pinturas y esculturas las figuras son símbolos arquetipos, no personas
concretas (para ello incluso tiene que recurrir a los símbolos parlantes:
objetos que sirven para que reconozcamos a distintos personajes, como las
llaves de San Pedro o la espada de San Pablo).
Por ello, cuando nos encontramos varias figuras es normal
que, como ocurre en los artes arcaicos (Egipto, Mesopotamia...), las figuras se
repitan en sus rasgos, como si fueran verdaderos clones, repitiendo postura
gestos y rasgos faciales. A eso le llamamos isocefalia.
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